En el fondo es creatividad
Cuando era niño, hubo dos ocasiones en que mis maestros me mostraron su asombro.
La primera fue cuando cree un cuento basado en ciertas palabras. La maestra se llama Montserrat, profesora de inglés. Ella me sacó del salón y me dijo que era un muy buen cuento.
Cuando eso pasó, no entendía yo lo que me decía, yo simplemente había creado un cuento. Era de las tareas que más me gustaban, la escritura libre.
Tenías unas palabras y con ellas podías hacer lo que quisieras. Tal vez la estructura fallaba y era difícil de entender, pero nunca faltaba la imaginación.
Esa fue mi primera experiencia, ya hace unos 18 años.
La otra ocasión, también lo hizo una profesora de inglés. Maryluz Montoya, una de mis mejores profesoras del INFI.
En esos tiempos escribí unos cuentos cortos de terror llamados Escalocochinos. Basados en la serie de cuentos Escalofríos. Cuentos cortos de terror para niños que vendían en tomos.
No tenía dinero para comprármelos por lo que compañeros del colegio me los prestaban. Una vez, saqué cuentos cortos de 3 hojas basados en las historias de escalofríos.
La diferencia, era que los cuentos incluían cosas cochinas. Mocos, popo, vomito, una serie de porquerías en cuento.
Maryluz encontró mis cuentos y los leyó. Pensaba que me iba a regañar por escribir cosas tan asquerosas. En vez de esto me felicitó, me dijo que tenía que aprovechar la creatividad de mis cuentos. Que podía usar eso para escribir cosas más interesantes. Le gustaron.
Ella estaba viendo el fondo y no la forma. La forma era grotesca, en el fondo ella veía creatividad.